26 April, 2007

En la antología de Bolaño hay varios cuentos sobre escritores. No habrá de extrañarse quien haya leído sus novelas. En ellas la literatura sirve de estructura temática, a veces como aspiración (como ocurre en Los detectives salvajes), otras como acto confirmado (es el caso de 2666). Lo notable es que en su narrativa la escritura parece más una profesión contextual que una serie de textos: sabemos que este o aquel personaje se dedica a escribir, llena cuadernos y cuadernos, lee sus poemas delante de otros, publica sus novelas o cuentos, pero el caso es que esa obra no está consagrada en citas literales. Nos corresponde creer en lo que se nos dice: esos fulanos son autores, y ya. La fe que Bolaño espera de nosotros se confirma en los títulos de algunos de esos cuentos: “Sensini”, “Henri Simon Leprince”, “Enrique Martín”. El índice onomástico debe bastarnos. De esa manera, los relatos cobran la apariencia de entradas en una enciclopedia. Podría pensarse que esa discreción, que se contenta con la sola mención de nombres y apellidos, sería sostenible en el caso de autores consagrados. Estos de Bolaño no lo son. De Leprince se revela: “Naturalmente es un escritor fracasado”. El adverbio es demoledor. Eso hace más interesante el laconismo de esos encabezados. La literatura es en esos relatos una fuerza privada, la contraseña de un clan de facha irrelevante, cuyos miembros obedecen a una lógica que de antemano ha renunciado a las demostraciones. Su propio convencimiento es suficiente.

1 comment:

Anonymous said...

Luego de leer tu discernimiento se me vino a la mente uno de los títulos más hermosos que he leído: (en itálicas) Mañana en la batalla piensa en mí, de Marías.

Me gusta y no me gusta que tu blog sea un diario con un sentido arbitrario del tiempo. Debería llamarse "Diario sin días".

Sin persona o con persona, sin días o con ellos... siempre te visitaré.