12 December, 2008

No es del todo imposible que el futuro lugar de la literatura se halle en el vaciadero de textos descartados. Uno se imagina esos fragmentos, quizá llenos de asomos geniales pero prematuros, asomados a destiempo desde un sistema por completo distinto, y piensa en las obras que se forman desde la arbitrariedad o la justicia de alguna otra lectura. En esas narraciones o poemas casi fortuitos, la extrañeza no es necesariamente el signo congénito: a veces se rechaza el uso más consabido en beneficio de una asombrosa trouvaille. Lo que puedan vindicar los lectores ilusorios a lo mejor resulte aquello que hoy es convencional.

La última novela de Bolaño es, con justicia, ese depósito de líneas recusables. Se sabe que 2666 se publicó sin cortes, con la insolencia de sus fallas y desproporciones. Habría que preguntarse cómo esas páginas que hubieran podido quedar fuera llegarían con el tiempo, tal vez, a constituirse en modelo. Hoy, esa obra es un cruce de eras donde conviven lo hecho y lo viable. Las sobras de Bolaño son parte, justamente, de esa obra de Bolaño: no hay texto más utópico.

30 November, 2008

La ortografía, esa forma moral de composición basada en signos visibles, tiene una relevancia apenas entrevista. Eso no supone nada malo; reivindicar en la escritura únicamente las pasiones y la fiereza de algunas descripciones—la pretendida naturalidad de unas destrezas adquiridas por el género humano—es parte de una vocación adolescente. No quiero decir que la literatura carezca de una porción, mágica, de incertidumbres y erratas. Me refiero más bien a esa conciencia límite ante la cual se presenta el problema de una estructura posible, que no depende de la previsible lógica de las premisas y las conclusiones. Habría que ver, por ejemplo, la forma en que Chejfec y Alan Pauls apelan a los puntos suspensivos encerrados en corchetes. En el primero, en Lenta biografía, tal uso convierte trozos enteros en adenda, en comentarios laterales, claramente presentes, en la realidad de ese texto, como retrospección: alguien ha abierto un manuscrito hasta entonces cerrado y se ha dedicado a prolongar la narración. El testimonio de Historia del llanto, de Alan Pauls, es por su parte una defensa de la supresión: lo que se consideraba innecesario en el documento inicial se omite en beneficio de la coherencia narrativa. En ambos casos, se presume la existencia de un relato platónico sobre el que se trabaja, sólo que en Chejfec ese Ur-Text aún resulta visible y en Pauls ha quedado omitido, perdido en el basurero de lo irredimible.

18 November, 2008

Los ruidos de afuera son ahora una mezcla de vocerío y un resabio de lluvia. Más cerca de mí, el televisor insiste en recordarme ciertas infamias: los crímenes locales, los exabruptos locales, la estulticia local, la intransigencia local disfrazada de educación política. Ante esa conjunción, lo que hago parece incompetente, no pasa de ser una reiteración de mis rarezas, fundadas en la ficción de un espacio privado y de sus privaciones. Alguna vez esta hora será una simple ruina; quizá pueda reivindicarla como una rebeldía, como una terca apología de virtudes recónditas, evidentes entonces, como un brillante exemplum. Espero que no; me niego a hacer de esta época nada que no sea la decisión de abstenerme de la falsa historia y sus festividades y sus acusaciones.

29 October, 2008

Al final de esta entrada quiero escribir la palabra zoológico. No tengo ninguna razón para hacerlo, por eso la aventura me cautiva con su apretado arbitrio—que convierte la escritura en una gimnasia de constreñimiento, algo como un legado del Ouvroir de littérature potentielle. ¿Cómo rechazar ese llamado al desorden, esa pequeña ceremonia de incertidumbre, de extrañeza y hallazgo? En definitiva, un diario tiene en común con el ensayo más que la ficción de la persona; los une también la calistenia ejecutada a la intemperie, sin orden en la rutina de los ejercicios, libre para acabar con una tradición y empezar otra nueva.

Puede sonar como una paradoja, es verdad: Montaigne seguramente no sabía, al iniciar la redacción de cualquiera de sus glosas, discursos, cuentos o tratados, cómo iba a concluir. Su literatura es redundantemente dinámica: en el mismo acto de componerse se compone. El Journal de Paul Léautaud seguramente tenía como principios generales la sabiduría y la maledicencia, y no quizá el vaticinio nominal. Yo sí preveo el sustantivo final de estas líneas, pero el resto es para mí una creación perversamente oscura, fortuita. Tal vez esta cosa sea más bien como un paisaje abierto: puede que desde el horizonte se asomen unos buitres, o una sola jirafa, de mediana estatura, o contados hipopótamos, o tres leones perezosos, repletos. Lo que salga vendrá con libertad, a eso me refiero: nada podrá plantársele en el medio para impedir o posponer su aparición, como se plantan, entre un paseante y sus fieras, los pozos contrahechos y barrotes en el orbe artificial de un zoológico.

16 October, 2008

Lo palmariamente urbano no existe sin una contraparte rural. Eso se nota con facilidad entre montañas: en una misma observación convergen, según me cercioro desde cualquier ventana, variados edificios y la altura, verde, opaca, de paredes geológicas. Esa constatación debería suprimir cualquier feria de duelos y conflictos. Basta un descuido persistente y esas construcciones se convierten en ruina—el regreso de la piedra a la entelequia, a la disfunción, a su cosmos de poros y geometría confusa. Y si un labriego providente o un Sísifo con dotes de arquitecto decidieran subirse a las montañas con un listado de propósitos para la roca bruta, las laderas pasarían a llamarse depósito, hangar, salón de fiestas, vivienda comunal, escuela de enfermeras, estacionamiento, cancha, complejo de oficinas, restaurante. Eso me digo. De inmediato, cierro las cortinas y sigo releyendo lo que imaginara González León en País portátil y algunos ejercicios narrativos de José Balza. Los dos saben muy bien los términos de tales convivencias.

11 October, 2008

Redactar un diario es una forma de expropiación, en el que se anota un ensamble de imágenes robadas a la privacidad. Otras veces, sin embargo, ese pequeño cuaderno sólo puede configurar una serie de frases que, con verosimilitud, instauran esa privacidad, como si la vida fuera subsidiaria de un mito sosegado y tardío. Se puede hacer un embargo de lo que existe previamente o de lo imaginario. El mío es uno de esos diarios fantasmas: vivo en un estado compuesto de ruidos, de proyectos, de higienes necesarias y de especulaciones, a medio camino entre lo que se descompone y lo que no se toca. Ojalá pudiera ser un poco más sanguíneo, para mortificar, con prosaica exactitud, estos hábitos de fotografía—fijos como todo paisaje en toda Polaroid: la misma eterna pila de nieve en una columnata, la misma expectación de un verano adolescente, sin envejecimiento… Om.

22 August, 2008

Anoche escuché como una doble expresión de la lluvia. El agua puede ser bastante autoritaria, como si quisiera acabar cierta placidez que recónditamente la perturba. Por aquí, de noche, suele caer con cierta suntuosidad en el cemento. Abajo hay una cancha que percute con alguna ceremonia; es el ruido penetrante de la lluvia que no quiere esperar la erosión detenida, que prefiere omitir cualquier idea del tiempo y de la lentitud. Es un poco abrumadora, es cierto. Pero anoche, logré darme cuenta de un trabajo distinto: al fondo había un bisbiseo de agua casi rural, más interesada en definirse como un fantasma menudo. Ese sonido tiene una buena parte de escritura: algo que bordea la incertidumbre, que se resiste a la grandilocuencia y a las imposiciones.

09 July, 2008

La escritura, se dice, no debería ser un acto voluntario, como la elección de una carrera mecánica o la mezcla de camisa y pantalón. Esas dos decisiones son sin duda expresivas, pero no necesariamente patológicas. De la literatura se acostumbra esperar ese color enfermizo, ese impulso casi criminal que, según repiten, muestra el plan de la verdad. Yo, en ese sentido, soy desapegado y ficticio. Puedo estar tiempo sin añadir una sílaba a esto, sin la certidumbre de la comunicación obligatoria.

La inspiración, el constreñimiento, son asuntos complejos. ¿Quién creería que los diarios de Kafka—circulares, cerrados, forzosos—comienzan con una noticia calmada, un mero dibujo? Die Zuschauer erstarren, wenn der Zug vorbeifährt, la multitud se pasma cuando pasa el tren. A menos que uno esté dispuesto a conceder que en esas palabras hay ocultos un proceso más, otro castillo, otra transformación.

06 March, 2008

Quisiera engañarme alguna vez, decirme que escribir supone un estado de gracia, o en todo caso alguna compulsión. No nos cae mal, necesariamente, una idea romántica del oficio propio. El concepto de vocación atendida supone una presencia, ajena, que viene a emplazarnos y un gesto de respuesta. Pero sólo puedo verme como un asomado. La misma palabra oficio claramente es una exageración: lo que ejerzo en verdad es un mero simulacro laboral. Para completarlo, debo arrastrarme un poco, obligarme a admitir que esto me importa más que la suprema distracción, por más que en ésta sea más constante y decidido.

28 January, 2008

Hoy me levanté antes de las siete. Fue una decisión puramente orgánica: abrí los ojos cuando todavía estaba oscuro, traté de prolongar mi estadía en la cama pero no fue posible. El insomnio, por ligero que sea, es el nombre solemne de la independencia corporal. Algo bueno resultó de esta rara venganza. Pude ver cómo amanecía, cómo el tope de las montañas se cubría de una franja de luz, en mitad de un cielo despejado. Supongo que se trata de la compensación estética de las dolencias.

27 January, 2008

Que el sistema de correo funcione puede generar un pasatiempo. En Baton Rouge, solía bajar a ver si el cartero me había dejado algo en la casilla. Por un tiempo supe a qué hora debía aparecerse: poco después de mediodía, en general. En algún momento esa rutina cambió, seguramente por causa de una conspiración. Me tocó ponerme a adivinar jugando con horarios distintos. Al final decidí quedarme tranquilo hasta las seis de la tarde; ya para entonces sin duda habría pasado.

No siempre recibía cosas de importancias. Muchas veces me dejaban papeles inútiles. Otras, la casilla desocupada me abatía: en esas ocasiones me sentía ridículamente abandonado.

No exagero al pensar que el correo nos da legitimidad como ciudadanos reales. Por él nos envían solicitudes de donación, pedidos de adhesión a alguna causa pública, recordatorios de algún deber, advertencias, quejas, notas de crédito, además de muchas hojas comerciales. Lo que pueda traer un cartero es mucho más que un sinfín de resmas de papel; se trata de documentos que nos participan de una responsabilidad civil concreta.

19 January, 2008

Las nacionalidades no son una medida de pertenencia. Por más de ocho años viví en Estados Unidos. El uso de una lengua extranjera era para mí, allá, una marca distintiva, no un estigma, por mucho que el acento les confirmara a todos la diferencia de un origen. Esa forma de moverse en un sistema que no puede ganarse del todo en realidad me conmovía. No me perturban las versiones intencionales de la expatriación. Ahora vivo en el lugar que coincide legalmente con mi naturaleza. Llegué a comienzas de julio y de inmediato comprobé que mi estatuto jurídico no me daba derecho a esperar un decreto de júbilo. Quien regresa a su país vuelve sin manifestaciones exaltadas; ese sigilo coincide con la agitación rutinaria de los otros, con la indiferencia del paisaje, con el descuido de las instituciones y los funcionarios. Únicamente en masa somos ciudadanos. De resto, si uno ve por la ventana la sombra de las montañas y la quietud de algunos edificios, solo, se da cuenta de que una nación es una certeza apenas nominal.