22 August, 2008

Anoche escuché como una doble expresión de la lluvia. El agua puede ser bastante autoritaria, como si quisiera acabar cierta placidez que recónditamente la perturba. Por aquí, de noche, suele caer con cierta suntuosidad en el cemento. Abajo hay una cancha que percute con alguna ceremonia; es el ruido penetrante de la lluvia que no quiere esperar la erosión detenida, que prefiere omitir cualquier idea del tiempo y de la lentitud. Es un poco abrumadora, es cierto. Pero anoche, logré darme cuenta de un trabajo distinto: al fondo había un bisbiseo de agua casi rural, más interesada en definirse como un fantasma menudo. Ese sonido tiene una buena parte de escritura: algo que bordea la incertidumbre, que se resiste a la grandilocuencia y a las imposiciones.