13 December, 2009

Anoche pasé frío, lo confieso. En general, prefiero dormir con una cobija tan ligera que parece un borrón. Supongo que en esas decisiones el cuerpo se muestra con la soberanía de la autosuficiencia. Pero nunca falta el momento de rendirse y admitir que el peso del paisaje y de sus accidentes es más aciago que la falsa autonomía de la piel, los músculos, los huesos. Cuando eso pasa, termino admitiendo que prefiero esa derrota, porque subraya que afuera hay una bruma invisible que podría helarse, y eso me gusta. Estoy en el otoño de una ciudad donde las estaciones son nada más un alfabeto vago marcado en el papel del calendario. Algo es algo, me digo: el cielo podría nublarse, podría necesitar un abrigo, una cobija más gruesa, podría recompensarme con café más caliente.

4 comments:

Víctor said...

¡Qué falta de principios!: ¿cambiar la cobija ligera por una gruesa que promete un café más caliente? Cada día me convenzo más de que la mascota de mi hija debe llevar tu nombre: en menos de una semana aprendió a resolver sus necesidades, no por un trozo de comida o dulce, sino para escapar del bajo cero grados de la calle. La de él es asociación refleja entre descarga corporal y calor hogareño; la tuya, entre cielo nublado, cobija gruesa y cafe caliente. ¡Qué vergüenza, te falta el collar!

Luis Moreno Villamediana said...

Llamadme pavloviano.

Por otro lado, sería un honor para mí que el perro llevara mi nombre: no es un mal homenaje.

Por último, ¡en mi principio está mi fin! Eliot dixit.

Víctor said...

Lamentablemente, mi hija es fanática de Romeo y Julieta (en ballet, el de Prokofiev; película, la de Zeffirelli; texto: una versión moderna), así que el cachorro lleva el fatídico nombre de Romeo (raumiou). Yo simplemente le digo: "boy, pi and pu", que afuera hace mucho frío y no estoy para Shakespeare. Pero puedo transarme en "Luis, mosca".

Luis Moreno Villamediana said...

Manque sea, hermano. A los amigos hay que apoyarlos. Si no se apoyan, entonces ocurre el desapoyo shakespeareano que conoció, en la carne, el rey Lear. Y ahí no entra Zeffirelli sino Kurosawa, y eso a tu hija puede no gustarle. Víctor, mosca.