02 December, 2009

La vida literaria es una utopía difusa, sin arquitectura ni administraciones ni conductas, sin planes para una redención posible. Le bastan los espacios cerrados tipo Beckett para imponerse como hábito casi irritable, y en ese aislamiento—hecho de frustraciones reiteradas, de victorias debidas al azar o incluso a la inconsciencia—lo que se sueña mayormente persiste en su latencia. El resto no pasa de la simple constatación de ademanes u obligaciones pedestres pero necesarias. Una reunión de escritores no tiene que ir más allá de la acumulación de comentarios sobre la cocción de una pechuga de pollo. Un salón como el de madame Verdurin en la Recherche de Proust es como el diagrama tridimensional de otras obligaciones y rutinas, más mundanas tal vez, pero no por eso más deterministas.

Hoy estuve tres horas por una fuga de gas fuera de casa, en una acera soleada, sin corbata de lazo. No tenía un libro en la mano. Fue una espera sin nada más que la borrosa observación de los vecinos. Sigo con la ropa que llevaba, que no es un obstáculo, que no es un beneficio. Aun así espero otra vida, de viajes.

2 comments:

Víctor said...

Yo cocino la pechuga de pollo con papas, espaguettis y bolitas de masas. Le agrego parte de un cubito o sobrecito de pollo para el sabor. Dejo que forme una especie de sopa no muy espesa. En mi familia, por unanimidad, debo prepararla como cena una vez a la semana.

Luis Moreno Villamediana said...

Víctor:

En lo hacendoso se nota tu habilidad como escritor. Yo no usaría ahora el cubito ni el sobrecito de pollo, pero te doy el beneficio de la duda.

Para seguir con nuestro intercambio sobre la vida literaria, debo decir que hoy me tocó quitarles la piel a cuatro piezas. No tenía de esas maravillosas pechugas ya listas para ser sazonadas. Es un poco fastidioso tener que lidiar con esas grasas, pero hay que hacerlo. Cuando terminé mi labor, Carolina le puso sal al pollo; yo la esparcí; ella le echó paprika; yo la esparcí; ella vertió un aderezo que no sé que tenía; yo lo restregué; ella agregó, picados, pimentón, ajo y cebolla; yo abrí el horno y metí la bandeja con su contenido. Quedó muy sabroso.

Como Carolina también es escritora, que ella explique qué ingredientes usó en el aderezo. Que no haya querido tocar el pollo revela su creencia en la distribución del trabajo y su vegetarianismo.