14 September, 2009

Escribo este diario con una parsimonia que anula las certezas del género. Estas frases nada tienen que ver con los sucesos habituales: tal vez al pensar con pausas marcadas en lo que me ocurre prefiero fijarme, más bien, en invisibles correlatos, en estructuras que anotadas apresuradamente sólo revelan un impasse o una falsa verdad. Me conviene irme quedando atrás, no para medir una verdad que quizá sea imposible, sino para precisar con mayores detalles lo que medra en los rincones, oblicuamente, lejos de toda atención. Hay ciudades superpuestas en la ciudad que habito; esa certidumbre está presente en los incidentes que describe Patrick Modiano en sus novelas, que transcurren en distritos soñados, parcialmente heredados del Louis Aragon de Le paysan de Paris; en las calles neoyorquinas que dibuja Ben Katchor; en el Buenos Aires de La ciudad ausente

Nietzsche defendía, en el prefacio tardío a Aurora (1886), esa labor sin premura, que igualaba al trabajo filológico: Philologie nämlich ist jene ehrwürdige Kunst, welche von ihrem Verehrer vor Allem Eins heischt, bei Seite gehn, sich Zeit lassen, still werden, langsam—la filología es precisamente ese arte venerable que demanda de sus seguidores sobre todo una cosa: hacerse a un lado, darse algo de tiempo, volverse quieto, lento.

No comments: