30 November, 2008

La ortografía, esa forma moral de composición basada en signos visibles, tiene una relevancia apenas entrevista. Eso no supone nada malo; reivindicar en la escritura únicamente las pasiones y la fiereza de algunas descripciones—la pretendida naturalidad de unas destrezas adquiridas por el género humano—es parte de una vocación adolescente. No quiero decir que la literatura carezca de una porción, mágica, de incertidumbres y erratas. Me refiero más bien a esa conciencia límite ante la cual se presenta el problema de una estructura posible, que no depende de la previsible lógica de las premisas y las conclusiones. Habría que ver, por ejemplo, la forma en que Chejfec y Alan Pauls apelan a los puntos suspensivos encerrados en corchetes. En el primero, en Lenta biografía, tal uso convierte trozos enteros en adenda, en comentarios laterales, claramente presentes, en la realidad de ese texto, como retrospección: alguien ha abierto un manuscrito hasta entonces cerrado y se ha dedicado a prolongar la narración. El testimonio de Historia del llanto, de Alan Pauls, es por su parte una defensa de la supresión: lo que se consideraba innecesario en el documento inicial se omite en beneficio de la coherencia narrativa. En ambos casos, se presume la existencia de un relato platónico sobre el que se trabaja, sólo que en Chejfec ese Ur-Text aún resulta visible y en Pauls ha quedado omitido, perdido en el basurero de lo irredimible.

2 comments:

Anonymous said...

Luis,

Asumo toda la culpabilidad se se me acusa de un comentario que va por la tangente. Si me sirve de escudo, digo que la mente trabaja de modos muy extraños. El caso es que tu post me recordó estas palabras: "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una". Adivine usted el ya chocho autor.

Besos,
Esta blogger.

Luis Moreno Villamediana said...

Esta-blogger:

Nunca sobran esas peregrinas discusiones sobre la ortografía. Estoy seguro de que en unas décadas la manera de escribir el español será distinta. Aun así, soy de los anticuados que aman los acentos bien puestos. Es un amor infantil, sin duda: las reglas aprendidas en segundo grado todavía las recuerdo. Me parece que era una cosa facilísima, pero con el tiempo he visto que a mucha gente le cuesta seguirlas. Entre ellas al autor de esas líneas, supongo, el sujeto apellidado García.

Gracias por el comentario, y disculpa la tardanza de la respuesta. Besos.