16 October, 2008

Lo palmariamente urbano no existe sin una contraparte rural. Eso se nota con facilidad entre montañas: en una misma observación convergen, según me cercioro desde cualquier ventana, variados edificios y la altura, verde, opaca, de paredes geológicas. Esa constatación debería suprimir cualquier feria de duelos y conflictos. Basta un descuido persistente y esas construcciones se convierten en ruina—el regreso de la piedra a la entelequia, a la disfunción, a su cosmos de poros y geometría confusa. Y si un labriego providente o un Sísifo con dotes de arquitecto decidieran subirse a las montañas con un listado de propósitos para la roca bruta, las laderas pasarían a llamarse depósito, hangar, salón de fiestas, vivienda comunal, escuela de enfermeras, estacionamiento, cancha, complejo de oficinas, restaurante. Eso me digo. De inmediato, cierro las cortinas y sigo releyendo lo que imaginara González León en País portátil y algunos ejercicios narrativos de José Balza. Los dos saben muy bien los términos de tales convivencias.

2 comments:

Anonymous said...

Hola, es un verdadero placer llegar a este hermoso espacio. Te felicito, me gusto mucho su blog muy buen gusto.

Anonymous said...

I like your blog too =).

~ Arolas Napal