27 January, 2008

Que el sistema de correo funcione puede generar un pasatiempo. En Baton Rouge, solía bajar a ver si el cartero me había dejado algo en la casilla. Por un tiempo supe a qué hora debía aparecerse: poco después de mediodía, en general. En algún momento esa rutina cambió, seguramente por causa de una conspiración. Me tocó ponerme a adivinar jugando con horarios distintos. Al final decidí quedarme tranquilo hasta las seis de la tarde; ya para entonces sin duda habría pasado.

No siempre recibía cosas de importancias. Muchas veces me dejaban papeles inútiles. Otras, la casilla desocupada me abatía: en esas ocasiones me sentía ridículamente abandonado.

No exagero al pensar que el correo nos da legitimidad como ciudadanos reales. Por él nos envían solicitudes de donación, pedidos de adhesión a alguna causa pública, recordatorios de algún deber, advertencias, quejas, notas de crédito, además de muchas hojas comerciales. Lo que pueda traer un cartero es mucho más que un sinfín de resmas de papel; se trata de documentos que nos participan de una responsabilidad civil concreta.

1 comment:

Anonymous said...

Esto me hace pensar que no te han llegado, ¿me equivoco?