22 May, 2007

Hoy, por unas nueve horas, llevé un pantalón negro. No digo eso para sugerir o promover algún augurio; se trata, nada más, de un reporte casi meteorológico, la simple descripción de una parte de mi mera figura. Habrá quien sepa hacer de esa noticia un trastorno metafísico. En mi caso, no hago otra cosa que escribir una entrada para ser más consecuente y puntual. Alguien como Robbe-Grillet podría extenderse en esa observación y así continuar con su obsesiva negación de la psicología. Flaubert sería capaz de convertir mis pantalones en una prenda minuciosa, llena de carácter y relevancia, como el mismísimo gorro de Charbovari—un monstruo de telas dispares. Yo prefiero detenerme en este punto, reiterar que el fulano pantalón no me gusta demasiado, admitir que tengo que lavarlo, pronto, que lo usé con una camisa blanca de rayas azules y delgadas (bonita).

1 comment:

Anonymous said...

En mi caso, mucha gente extendia sus reflexiones a mi tipo de ropa, lo cierto es que sólo tengo dos franelas negras y dos pantalones del mismo color. Que puedo hacer!