La escritura inconsecuente, soltera, sin prosélitos, está hecha de abstención y desgano. Es mucho lo que se deja fuera, deliberadamente: lo que uno practica al despertar, o después del almuerzo, o en la calle, con gente de nombre tachado. Así se forma el recuento de otras costumbres, más pausadas e invisibles. Es demasiado lo que trunca el fastidio, sin proponérselo declarativamente: lo que uno vislumbra como un fantasma que se muestra de pronto, en el dormitorio o en el baño, como consecuencia de su propia magia, o su propia ficción, o sus propios engaños. Son los proyectos de la utopía—ese lugar sin cartografía ni señales de tránsito, sin postales reconocibles, también sin calendarios, como si fuera por su parte otro fantasma que aparece de pronto, si es que llega a mostrarse como algo más que un sueño.
15 January, 2009
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