08 February, 2010

La geografía que Piglia retrata en La ciudad ausente mezcla datos reales con otros más, dictados por antiguos horrores militares, por las alucinaciones de la ciencia ficción, por la tensión de la novela policial, por el asombro de un viajero. La experiencia de ese mestizaje topográfico puede servir para admitir que no vivimos en un espacio completamente verificable. El flâneur es el paranoico moderno. El itinerario callejero lleva ocultas las maneras del sueño—sea tranquilo o turbado—: el peatón que tropiezas puede ser inventado por el miedo, el edificio que retratas tiene rastros de avidez y pintura Sherwin Williams, el batallón policial que se aproxima puede encarcelarte o regalarte, antes de que despiertes, la última edición de El eternauta, de Oesterheld y Solano López.