06 March, 2008

Quisiera engañarme alguna vez, decirme que escribir supone un estado de gracia, o en todo caso alguna compulsión. No nos cae mal, necesariamente, una idea romántica del oficio propio. El concepto de vocación atendida supone una presencia, ajena, que viene a emplazarnos y un gesto de respuesta. Pero sólo puedo verme como un asomado. La misma palabra oficio claramente es una exageración: lo que ejerzo en verdad es un mero simulacro laboral. Para completarlo, debo arrastrarme un poco, obligarme a admitir que esto me importa más que la suprema distracción, por más que en ésta sea más constante y decidido.

1 comment:

Anonymous said...

Eso de idealizar la escritura me pasó alguna vez y regresa cuando me siento romántica. Últimamente me ha dado por admirar el trabajo de los hombres elementales, me gusta contemplarlos en una construcción, en esos andamios metáfora de nuestra vulnerabilidad. Qué cierto y doloroso lo que dijo Wislawa Szymborska en su discurso del recibimiento del Nobel, que pocos se atreven a decir que se dedican a la poesía. "Soy poeta" es una oración, una música escasamente ejecutada. Comparto contigo que la pronuncio en secreto, todas las noches, en caso de que amanezca con la memoria torcida. "Soy poeta" puede significar tantas cosas: "soy dios", "soy un columpio oxidado debajo de la lluvia"...

Vale juguetear con la gracia de la escritura. Al fin y al cabo la inconformidad es productiva.